Como el solitario enterrador de Huayna Picchu, en el templo
de la luna,
como el orfebre
maestro de las grandes salas de Petra,
como el caminante
que se pierde de camino a Roma,
o como el primer
niño que miró hacia las estrellas e intento coger alguna
Como el capitán
pirata que teme más a una mujer que al leviatán,
como Mehmed a las
puertas de Estambul,
como el primer
marino que no vio el mar, sino el azul,
o como la primera
dama traicionada en cihuatán.
Como Alejandro,
cuando miraba a Hefestión,
como el poeta que
ve bailar al tiempo con el viento,
como la gitana que
teme al pañuelo en su casamiento,
o como el verso
mágico de Odín en su narración
Como todos ellos
te veo
y te contemplo,
con la carita
pintada entera de rojo
y fue entonces, sentados junto a Orfeo,
que me miraste a
los ojos,
con tus labios húmedos
de deseo...
y me dijiste:
"ven, ven,
ven, ven"
y yo, ya estaba yendo.
Manuel Eduardo Dato Torres,
11/11/2012
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